En el libro de Números, Capítulo 13, leemos que Moisés envió a 12 espías para verificar la tierra de Canaán. Dios ya había prometido que les daría la tierra a los hebreos. Moisés envió a los 12 simplemente para recopilar información, no para formarse opiniones.
Les asignó que fueran a ver cómo era la tierra y si las personas que vivían allí eran fuertes o débiles; pocos o muchos ¿En qué tipo de lugar vivían? ¿Era buena o mala? ¿Entre qué tipo de pueblos vivían? ¿Estaban fortificados o sin murallas? ¿Cómo era el suelo? ¿Era fértil o pobre? ¿Había árboles o bosques allí? Nadie le pidió a los espías que sacaran conclusiones.
Nadie les pidió que evaluaran las perspectivas de éxito militar. Dios ya lo había prometido.
Sin embargo, cuando regresaron de su exploración, 10 de los espías fueron mucho más allá de su asignación. Informaron los datos con precisión y luego inmediatamente se volvieron realistas al agregar: «No podemos atacar a estas personas. Son más fuertes que nosotros. La tierra que exploramos devora a quienes viven en ella. Todas las personas que vimos allí son de gran tamaño. Son gigantes y nosotros como saltamontes».
Lo que es verdaderamente sorprendente es que estas mismas personas ya habían visto a Dios hacer muchas cosas sobrenaturales. Habían visto las 10 plagas notables de Egipto. Se habían adentrado en el Mar Rojo por fe, creyendo que las aguas se mantendrían separadas y el suelo firme hasta que cruzaran. Habían visto a Dios sacudir una montaña con una fuerza estrepitosa. Habían visto a Moisés derribar la ley divina escrita por el dedo de Dios en una piedra.
Pero ahora optaron por creer en un informe humano en lugar de creer en la promesa de Dios. La Biblia dice que el resumen que dieron los diez espías fue un mal reporte. La versión King James (en inglés) es aún más fuerte al describirlo como, «un informe maligno», porque estaba tan llena de incredulidad y generó un profundo desánimo entre el pueblo de Dios.
Dos de los espías, Josué y Caleb, a quienes Moisés envió a reconocer la tierra, dieron un informe muy diferente. Está registrado en el capítulo 14 de Josué, versículos siete al nueve. Dijeron que «La tierra por la que pasamos y exploramos es sumamente buena. Y si el Señor se agrada de nosotros, nos llevará a esa tierra, una tierra que fluye leche y miel, y nos la dará. No temas a los habitantes de la tierra porque los devoraremos. Su protección se ha ido, pero el Señor está con nosotros. No les tengas miedo».
Ellos fueron contra la corriente. Y estos dos hombres llegaron a lo que yo llamo el Salón de la Fama de Dios porque marcaron la diferencia. De hecho, Dios usa esta misma palabra para describir a Caleb en el versículo 24, donde dijo que Caleb tenía un espíritu diferente. Y, ciertamente, lo hizo. Confió en las promesas de Dios.
Creía en la fuerza de Dios y en la provisión de Dios. Tenía fe en que Dios estaría con él, que Dios los protegería, que Dios les daría la victoria. Verá, para los creyentes controlados por el miedo, los gigantes son más grandes que Dios, pero para los creyentes controlados por la fe, nada ni nadie es más grande que su Dios. Caleb era diferente; no solo estaba dispuesto a luchar contra los gigantes, sino que más adelante en el capítulo 14 de Josué, versículo 15, se ofreció a enfrentarse al guerrero más grande y fuerte de todos los enemigos.
Bueno, miles de años después, poco ha cambiado realmente para el pueblo de Dios. Necesitamos de un pueblo que marque la diferencia. Necesitamos de un pueblo que se aferre a la Palabra de Dios, que se mueva con fe y que conquiste el territorio para Él.
La pregunta que tengo para usted hoy es ¿cuál será su respuesta? Oro para que sea un guerrero de oración que crea en las promesas, que Dios diga de usted, como dijo de Caleb: «Mi siervo tiene un espíritu diferente y me sigue de todo corazón». A medida que avanzamos en fe, heredemos todo lo que Dios ha prometido.
Junta de Superintendentes Generales
Tomado de: Church of the Nazarene