Si un Asunto Social le Importa a Dios, la Iglesia Debe estar Orando por ello
Muy a menudo, nuestras prácticas e intercesión son escasas o inexistentes.
JOHN WITVLIET
Todos vivimos en un mundo lleno de trauma público y tragedia. La mayoría de las mañanas, despertamos para descubrir un batido de noticias y cuentas de los medios de comunicación sociales con temor, enojo, culpa y vergüenza fundados en una larga lista de problemas sociales persistentes. En esta era de información obicua, nuestras cabezas y corazones son rápidamente inundados por las crecientes aguas del malvado y la injusticia.
Una década atrás, comencé a grabar cada vez que escuché la declaración: “La iglesia está tan silenciosa sobre X” Mi lista de anécdotas es muy larga ahora. Esa frase ha sido usada repetidamente para introducir discusiones sobre el abuso y acoso sexual, racismo, cuidado de la creación y justicia ambiental, persecución religiosa y más.
Para estar seguros, hay un montón de cristianos hablando sobre estas cosas en varios escenarios diferentes y aún, se queja sobre el silencio cómplice, a menudo suena cierto simplemente porque estos asuntos no siempre están apareciendo en la adoración pública.
Dolorosamente, en la adoración de demasiadas iglesias, hay apenas una mención de los horrores del mundo. En vez de lamentar, confesar e interceder con especificad y honestidad, estas iglesias tienden a evitar, denegar o minimizar el trauma público que está alrededor de ellos. El deseo comprensible de un respiro del trauma, termina perpetuando un patrón de desconexión de la sociedad.
Hay varias razones interrelacionadas para este silencio litúrgico. Primero, algunas iglesias operan con mirada ligera, individualista del evangelio, enfocando de cerca toda su atención litúrgica o conversión individual y comodidad. Segundo, algunas iglesias evitan el conflicto y están ansiosas de permanecer lejos de la controversia pública durante la adoración. Tercero, quizás una razón subestimada, es una disminución pronunciada en la oración intercesora en público.
En muchos contextos de adoración hoy, la oración intercesora ha caído en tiempos duros. Es impresionante cuán a menudo mis estudiantes reportan que mientras sus iglesias tienen prácticas robustas de canto congregacional y la predicación, no incluyen ninguna oración en la adoración en público. Dicen que sus iglesias orarán sobre necesidades de salud física o miembros; pero nunca mencionan algunas preocupaciones sociales más importantes.
Hay varios buenos argumentos para revivir una práctica semanal de intercesión pública que es profundamente versado en el mundo fuera de las paredes del santuario: Esto alinea nuestras oraciones con la amplitud de la preocupación divina, nos forma en personas de preocupación por el mundo que Dios ama y esto responde directamente a los mandamientos bíblicos de orar en y sobre todas las circunstancias.
Oración Comprensiva
En los primeros siglos de la Iglesia, los servicios de alabanza públicos, rutinariamente, destacaron oraciones intercesoras por necesidades, asuntos y líderes públicos. Estas oraciones estaban fundadas en una visión de la iglesia como la reunión de un “sacerdocio real” (1Pedro 2:9), respondiendo al llamado de Dios a ser un pueblo que lleva las necesidades del mundo a Dios.
Estas oraciones fueron moldeadas por los mandamientos del Nuevo Testamento que enfatizan la amplitud de la oración: “No dejen ustedes de orar: rueguen y pidan a Dios siempre, guiados por el Espíritu. Manténganse alerta, sin desanimarse, y oren por todo el pueblo santo.” (Efesios 6:18, DHH) y “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.” (Filipenses 4:6). Aunque oraciones litúrgicas fueron ofrecidas por la iglesia y sus ministerios (Mateo 9:38), las oraciones también se enfocaban explícitamente en las necesidades y llamados de aquellos fuera de la iglesia, siguiendo el mandato de Pablo: “Ante todo recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias a Dios por toda la humanidad. Se debe orar por los que gobiernan y por todas las autoridades, para que podamos gozar de una vida tranquila y pacífica, con toda piedad y dignidad.” (1Tim 2:1-2, DHH).
Documentos que describen la adoración en la iglesia primitiva, incluyen rutinariamente letanías de amplio rango y otras formas de oración que traen ante Dios las tribulaciones del mundo. Estas oraciones tempranas piden la misericordia de Dios y refuerzan un sentido de que la agencia humana sola es insuficiente para sanar el dolor del trauma del mundo. Estos patrones tempranos de intercesión sacerdotal han sido refinados en maneras diversas a través de las tradiciones cristianas, a través de los siglos y a través de las culturas.
… En total, las oraciones y las canciones de los primeros reformadores estaban destinadas a salir del santuario y llegar a la vida pública dela gente. Se animaba a los cristianos reformados a convertir las melodías que aprendían en la iglesia en la banda sonora de sus vidas, silbándolas en el trabajo, cantándolas en la escuela, repitiéndolas en las comidas domésticas, en contraste con las prácticas Católicas Romanas medievales, que restringían el cantar de los cantos litúrgicos sagrados al santuario.
Para Calvino, la oración y la acción estaban interconectadas con su entendimiento teológico del sacerdocio de todos los creyentes. Calvino describe la oración como una oportunidad para “testificar, por nuestra petición, que odiamos y lamentamos todo lo que vemos ser opuesto a la voluntad de Dios.” Él insta a los creyentes a orar por una amplia gama de preocupaciones públicas, declarando: “Es por el beneficio de la oración que tenemos entrada a las riquezas que tenemos en Dios… Dios no nos dice nada de lo que hemos de esperar de Él, sin mandarnos igualmente a pedirlo por medio de la oración. “
Apreciando cómo todas nuestras oraciones se reúnen en las intercesiones de Cristo, quien “intercede por nosotros a la diestra de Dios” (basado en Romanos 8:34), Calvino aboga por la intercesión: “Dios no sólo permite que cada individuo ore por sí mismo, sino que permite a todos interceder mutuamente los unos por los otros.” La erudita de Calvino, Elsie McKee, ha explicado que mientras que los primeros escritos de Calvino enfatizan la importancia de estas intercesiones en la oración privada o personal, los escritos posteriores insisten en que una preocupación integral por las necesidades del mundo también debe reflejarse en las oraciones públicas de la iglesia.
Lo que Calvino y sus contemporáneos legaron a la tradición Reformada de la oración fue entonces, tanto una visión teológica pública de orar por las necesidades del mundo como un conjunto de prácticas litúrgicas para encarnar esa teología pública. Una generación después de Calvino, la Orden de Adoración del Palatinadode 1563 presentó una «Oración por todas las necesidades y preocupaciones de la cristiandad», que fue emulada en la «Oración por las necesidades generales de la cristiandad» en los libros de servicio reformados holandeses de la década de 1580 y más allá. Ambos son contrapartes de la «Oración por Todo el Estado de la Iglesia Militante de Cristo» de Thomas Cranmer, un texto notable en el Libro de Oración Común.
Dos siglos después, Liturgia de la Iglesia Protestante Francesa de 1772, presentaba una oración semanal que transmitía peticiones (1) por todas las personas, (2) por todos los ministros, (3) por todos los que tienen autoridad política, (4) por todos los que sufren diversas aflicciones, (5) por el país y finalmente (6) por “los deberes y asuntos de nuestros diversos llamamientos”. Aún después, el Libro Presbiteriano de la Adoración Común de 1906 pedía una oración semanal, presentando “Súplicas: para la provisión de todas nuestras necesidades temporales y espirituales y para la ayuda y el consuelo del Espíritu Santo en todos nuestros deberes y pruebas.”, así como una sólida lista de intercesiones públicas para toda la humanidad del mundo; recordando especialmente nuestro país y todos los que están investidos de autoridad civil; la Iglesia Universal y aquello con lo que estamos particularmente conectados; todos los misioneros y ministros del Evangelio y todos los demás que buscan hacer el bien en la tierra; todas las personas pobres, enfermas y afligidas (especialmente aquellas por las que nuestras oraciones son presentadas); todos los niños pequeños y los jóvenes reunidos en escuelas y colegios; los que están en medio de gran peligro o tentación y todos los que nos unen por lazos de parentesco o afecto.
En el mejor de los casos, esta tradición de intercesión pública era parte de un conjunto más amplio de conexiones reformadas entre el culto y la vida pública. Esto incluyó la predicación pública que abordó los hábitos y preocupaciones diarias de la gente. También incluía himnos y canciones compuestas intencionalmente para el uso de los laicos, no sólo en el santuario sino también en el lugar de trabajo y en los hogares. Estas liturgias públicas fueron el resultado de una teología pública que tenía una visión integral de la actividad redentora de Dios.
De hecho, una de las guías más confiables para nuestra comprensión de las intenciones de Dios para el mundo se puede encontrar en aquello por lo que oramos. Dicho de otra manera, nuestras oraciones públicas revelan nuestra teología pública. En las cosas que mencionan (y no mencionan), estas oraciones demuestran precisamente qué elementos de la vida pública creemos que Dios realmente se preocupa.
Sin duda, estas oraciones integrales de intercesión tienen una historia desigual en la tradición reformada. Han sido ignorados, acortados y cuestionados. Sin embargo, a pesar de todos los caprichos y complejidades, una constante es un deseo aspiracional de oraciones públicas que transmitan una preocupación cívica y pública integral mientras resisten el escapismo y el sentimentalismo. La visión de 360 grados desafía a las iglesias y líderes de adoración contemporáneos a orar de una manera que sea consistente con la amplitud y profundidad del evangelio que predicamos.
Estrategias prometedoras
No hace falta decir que las intercesiones públicas de la Ginebra del Calvino o el Edimburgo de John Knox no siempre encajarán de manera natural en las congregaciones del siglo XXI en Yakarta, Seúl, Nueva York y Río de Janeiro. Dicho esto, sus intercesiones pueden desafiarnos a desarrollar enfoques fieles y culturalmente apropiados para oraciones integrales en nuestros contextos únicos. De hecho, su valor se puede transmitir en forma de proverbio o bienaventuranza: “Bienaventurada la comunidad cristiana cuya oración pública es comprensiva, con solicitudes de acción divina que coinciden con toda la gama de actividad divina narrada en las Escrituras.”
Ese proverbio, a su vez, pone en marcha una serie de estrategias litúrgicas prometedoras, incluidas algunas bastante diferentes de las de Calvino. Una vez visité un ministerio de plantación de iglesias no denominacional en el que un pastor sabio se había detenido temprano en la vida de una nueva iglesia para establecer una práctica sólida de oración de intercesión pública. Cada semana, la iglesia hacía una pausa para orar sobre un tema o preocupación pública específica más allá del contexto de su propio ministerio. Antes de la oración, el pastor realizó breves entrevistas con personas ajenas a la congregación que estaban trabajando abordando esa inquietud; entonces la iglesia oró por ellos y por la situación que buscaban mejorar. Al final de cada año, debido a este sencillo patrón semanal, esa congregación había orado por 52 asuntos concretos de interés público.
En otra congregación, cuatro personas se reúnen todos los sábados por la mañana en una cafetería local para elegir qué titulares de periódicos se utilizarán para llamar a la congregación a la oración. Cada semana eligen tres titulares de interés nacional e internacional, tres titulares locales y tres titulares del boletín de la iglesia sobre el ministerio local.
El domingo, estos nueve titulares se proyectan en una pantalla grande y un líder de adoración ofrece una oración de-una-oración (gramatical) sobre cada uno de ellos, tal como esta: “Señor Dios, ten piedad de nuestras escuelas públicas locales y equipa a cada maestro y miembro del personal que sirve allí para crear una cultura amorosa, justa, paciente y transformadora para cada estudiante”. Estas nueve oraciones de una sola oración (gramatical), estructuralmente similares a varias letanías antiguas, influyen en los adoradores para que entren en la vida pública y continúen orando (y buscando) la agencia redentora de Dios en todas las esferas de la vida.
Estas prácticas contemporáneas de intercesión toman el enfoque integral de Calvino para la oración pública y le agregan creativamente una preocupación por la especificidad pública. Agregando esta sabiduría pastoral a nuestra bienaventuranza anterior, podríamos decir: “Bendita la comunidad cristiana cuya oración pública es comprensiva en su preocupación (con solicitudes de acción divina que se extienden hacia toda la gama de la actividad divina narrada en las Escrituras) y también específica en su enfoque (recordar lugares, personas y necesidades particulares)”.
Un atributo común entre los líderes de oración con sensibilidad pastoral y pública es su intuición para profundizar el marcado contraste entre el lamento público y la esperanza pública, incluso dentro de la misma oración. Sus oraciones sobre la vida pública son profundamente oscuras y brillantes. Sus palabras de intercesión cuentan las duras verdades sobre el mal y el sufrimiento públicos y las deslumbrantes buenas noticias sobre un Dios que un día enjugará todas las lágrimas públicas.
Esto implica un mayor consuelo con la tartamudez en la oración pública y una mayor disposición a admitir públicamente nuestra absoluta insuficiencia y mutismo ante el horror. Si enfrentamos honestamente los males del mundo, una de las primeras cosas que debemos decirle a Dios es: “No sabemos qué decir. No sabemos cómo orar”. ¿Cómo, por ejemplo, ora una persona después del Holocausto? ¿O después de que un hombre armado entra en una sinagoga y asesina a personas en oración?
Es un regalo para la iglesia cuando los líderes pastorales equilibrados dicen: “Dios de gracia, nos faltan las palabras. … No sabemos orar como debemos. ¡Cuánta necesidad tenemos del Espíritu, que intercede con suspiros indecibles!” (Romanos 8:26-27).
Para refinar nuestro proverbio una vez más: “Sabia es la comunidad que ora por preocupaciones tan trascendentales como el alcance de la redención divina, que nombra horrores y traumas humanos específicos, y que practica tanto sus fragmentarios lamentos dolorosos como las últimas promesas escatológicas de Dios”.
Más allá del Domingo por la mañana
Si vamos a abordar los horrores del mundo, necesitamos hábitos y patrones de oración que rutinariamente los reconozcan y los hablen en voz alta. Esto modela un enfoque de la oración que puede resonar durante toda la semana en la vida de los creyentes individuales. En el mejor de los casos, la intercesión pública es una expresión hiperconcentrada de la postura comprometida de una congregación hacia el mundo, que se irradia mucho más allá del domingo por la mañana.
Después de todo, cambiar nuestras oraciones públicas es completamente insuficiente a no ser que sean emparejadas con la acción pública. La oración sólo se vuelve convincente y formativa dentro de una comunidad cuando esta es emparejada con formas de vida redentoras. No siempre está claro cuál viene primero. Algunas veces, una comunidad empieza a alimentar al hambriento y luego se vuelve comprometida a orar por las causas de la pobreza sistémica. En otros momentos, un pastor puede conducir una congregación en oración sobre este problema y eso podría provocar una discusión informal sobre las brechas en los servicios de apoyo locales, brechas que la iglesia podría llenar. Cualquiera de los dos caminos exige que el pueblo de Dios interceda ante Dios en favor del mundo.
A través de la práctica seminal de la oración pública, diversas congregaciones llevan traumas públicos diversos ante Dios y buscan su llamado sacerdotal en el ministerio de intercesión. Al hacer esto, encarnan y promulgan su sacerdocio en Cristo, un sacerdocio público que es comandado y empoderado a cruzar la calle y ayudar al prójimo en necesidad.
John Witvliet es director del Instituto Calvinista de Adoración Cristiana en la Universidad Calvinista. Este artículo está adaptado desde su capítulo en Teología Pública Reformada: Una Visión Global de la Vida en el Mundo, editado por y Matthew Kaemingk. Publicado por Baker Academic, una división del Grupo Publicitario Baker, © 2021. Usado con permiso de publisher. www.bakerpublishinggroup.com.
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Traducido por Alysney Rodríguez