Emmanuel Guerrero ha sido un líder en su comunidad de San Pedro Sula, Honduras, desde que era un adolescente. A medida que iba avanzando en edad, comenzó a sentir un llamado a las misiones y estaba listo para ser parte del programa Génesis, un programa misionero para jóvenes adultos en la Región Mesoamérica.
Esos planes cambiaron durante su último semestre de la universidad cuando su universidad no tenía los medios para adoptar la modalidad en línea durante la pandemia de COVID-19. La imposibilidad de terminar su carrera significaba que no podía ir al extranjero con el programa Génesis.
Luego, a fines de 2020, Honduras fue azotada por los huracanes Eta e Iota. Casi 100 personas murieron y 175,000 fueron desplazadas. La casa de Guerrero en el Valle de Sula fue una de las áreas más afectadas.
Los coordinadores de Genesis Scott y Emily Armstrong se acercaron para asegurarse de que Guerrero estuviera a salvo y se enteraron de que estaba viviendo con casi 45 personas más dentro del edificio de la escuela cerca de la Iglesia del Nazareno Central en San Pedro Sula. Al mismo tiempo, se habían estado preparando para Misión Sin Límites, un esfuerzo misionero coordinado regionalmente para que las iglesias se involucren con sus comunidades locales.
“Si no puedo terminar mi semestre, si no me pueden enviar al extranjero, lo haré aquí mismo”, le dijo Guerrero a Armstrong.
Guerrero se convirtió en coordinador de sitio para el proyecto, y él y su equipo hablaron con líderes locales para identificar las necesidades en las comunidades circundantes. Si bien algunas casas se habían destruido, las que aún quedaban de pie tenían entre 75 y 100 libras de lodo. Guerrero y su equipo se pusieron a trabajar, se despertaban al amanecer y trabajaban hasta el atardecer para limpiar el lodo de las casas durante una semana.
Al final de la semana, Guerrero con mucho agotamiento físico se unía al servicio de Zoom donde todos los equipos de Misión Sin Límites tenían planeado compartir lo sucedido en sus comunidades. Guerrero estaba listo para dirigir la adoración, y en el fondo, se veía a su equipo cubierto de lodo junto con los miembros de la comunidad que vinieron a adorar con ellos.
Guerrero y su equipo tuvieron un impacto profundo en las comunidades a las que ayudaron. Una mujer les dijo: «Hemos escuchado mucho hablar de Dios de parte de cristianos evangélicos en el pasado, pero esta es la primera vez que vemos las manos y los pies de Dios».
Muchas familias de la comunidad llegaron a conocer a Cristo a través del trabajo que hicieron Guerrero y su equipo. La iglesia ha mantenido contacto con ellos y las familias se han unido a los servicios en línea de la iglesia y se han mantenido en contacto a través de WhatsApp.
“El trabajo realizado durante Misión Sin Límites no fue solo una actividad de unos días; fue un modelo para movilizar a todo el distrito”, dijo Sara Arteaga, una de las líderes del equipo de San Pedro Sula.