Por Dr. Jesse Middendorf

Uno de los resultados fascinantes de la crisis que el mundo está enfrentando en este tiempo es las formas creativas que las Iglesias locales alrededor del mundo han encontrado para ofrecer oportunidades para adorar, sermones, estudios Bíblicos, y otras formas de comunión cuando la comunión física está restringida por nuestro refugio en casa. Llamamos a la necesidad del momento “distanciamiento social.” Sin embargo, prefiero llamarlo “distanciamiento físico” e insisto en que este es un tiempo, quizás tanto como cualquiera en nuestra memoria, en que necesitamos profundidad de conexión social durante el distanciamiento físico.

Otro fenómeno que está sucediendo es el número de personas que está sintonizando servicios de adoración en línea. En muchos casos, el número de personas que participan en internet es mayor que el promedio de asistencia típica en la iglesia local. Pueden existir varias razones para eso, pero en algunos casos es porque existen realmente más personas que están conectadas a nuestras iglesias que solo aquellos que aparecen en un determinado domingo en la mañana. Eso me lleva a hacer dos preguntas:

¿Cuál es la membresía efectiva de nuestra iglesia local?  ¿Qué estás haciendo para ministrar de manera más continua e intencional para esa congregación más amplia?

Uno de los factores que inconscientemente obstaculizó nuestra percepción de un grupo más amplio en nuestras iglesias ha sido nuestra tendencia a contar. Hemos creado medidas que hacen más fácil contar a los que asisten, que se alistan, o que hacen compromisos financieros con la iglesia local. Y mantenemos un récord de miembros. La membresía y la presencia son aspectos valiosos y necesarios del trabajo de la iglesia de Jesucristo. Pero a veces nos encontramos presos en los cuernos de un dilema. Insistimos en administrar el sacramento del bautismo a los nuevos creyentes (o al menos debemos), pero a veces no estamos tan claros sobre la diferencia entre ser bautizados en el cuerpo de Cristo y convertirse en miembro de una iglesia local.

Entendemos que el bautismo constituye un medio de gracia. En ese momento damos testimonio. Tomamos parte en una señal externa que habla de un trabajo interno de gracia. El bautismo es declarativo de lo que estamos llamados a creer, o a quién estamos comprometidos a seguir. Pero también hemos descubierto que, una vez que la travesía de seguir a Jesús ha comenzado, necesitamos el apoyo tangible e importante de una comunidad de personas fieles.

La Iglesia del Nazareno ha logrado una gran membresía. Tenemos un pacto por la membresía, un acuerdo sobre la declaración de fe, e invitamos gente que se han convertido en seguidores de Jesús a unirse con nosotros en la misión de Dios de redimir a toda la creación. Pero también tenemos que reconocer que la membresía en la Iglesia del Nazareno no es la misma cosa que la membresía en el cuerpo de Cristo. Oh, ellos están necesariamente conectados. Pero no son lo mismo.

La membresía en el cuerpo de Cristo es un don de gracia. Nadie, quienquiera que ellos puedan ser, puede determinar por otro si son miembros de la comunidad creada por la gracia del Espíritu. Ese en un don de gracia puro y absoluto que recibimos, y un don al cual respondemos en agradecida obediencia a Dios. Nuestra membresía en el cuerpo no requiere perfección de desempeño, pero encuentra expresión en creciente semejanza a Cristo, viviendo como Jesús al máximo de nuestra capacidad. Seguimos y buscamos encarnar las palabras de Jesús cuando expresó sus deseos para nosotros en el Sermón del Monte.

Es aquí donde la membresía de la iglesia local se vuelve importante para nosotros. Nuestros pactos de la membresía, nuestras directrices para la conducta, y nuestro compromiso mutuo con la misión de Dios a través de la Iglesia del nazareno son medios con los que procuramos animarnos unos a otros, discipularnos unos a otros, retarnos, apoyarnos, en maneras que ayude a dar credibilidad a nuestra membresía en la iglesia global y universal de Jesucristo.

¡No habrá un Boulevard Nazareno en la Nueva Jerusalén! Nosotros seremos, como ya lo somos, parte de una gloriosa iglesia sin mancha ni arruga. Sin embargo, en nuestro trabajo actual, en medio de los protocolos y el distanciamiento físico por el COVID-19, somos parte de una denominación, una entre miles, que han pactado juntas ser la expresión más creíble del reino de Dios que podamos ser.

No nos esculpimos nosotros mismos como exclusivos, superiores o tan extraordinarios que no tenemos confraternidad con otros creyentes de otras iglesias. De hecho, en el ambiente actual nos encontramos en uno de esos momentos de crisis en que la iglesia encuentra su mejor expresión y es cuando velamos por los más vulnerables y necesitados en nuestras propias iglesias, mientras también damos lo mejor de nosotros mismos para buscar la necesidad de otros que están fuera de nuestra iglesia, e incluso fuera de nuestra tradición de fe. Así es como el reino de Dios ha trabajado siempre, de la mejor forma.

La Iglesia del Nazareno, como el mundo entero, está experimentando una crisis en la salud global sin precedentes. Observo a los miembros de nuestra iglesia dar un paso al frente para esta crisis con coraje, compasión, convicción, y amor sacrificial. Y estoy convencido que se convertirá en uno de los puntos decisivos en la historia cristiana cuando nuestra participación en iglesias locales vendrá a significar más para nosotros de lo que jamás habíamos imaginado. Anhelamos estar juntos. Las caras y las personas que tomábamos a la ligera se han convertido, para la mayoría de nosotros fuentes de añoranza intensa. Ya no podemos esperar para abrazar, saludar, o chocar los codos, o los puños. ¡Solo anhelamos estar juntos! Y quizás esta se convertirá en una oportunidad para que las personas se den cuenta de cuán importante es ser no solo parte del cuerpo de Cristo de la iglesia global sino de nuestro cuerpo local de creyentes que se reúnen en nuestro edificio en cualquier lugar, ya sea en un santuario masivo o la reunión humilde en casa. Estas reuniones locales se convertirán en algo grande y también más significativas como expresiones locales de la iglesia universal que hayamos conocido en al menos una generación. Y quizás, solo quizás, podamos adoptar un nuevo entendimiento de que hay más para cada una de nuestras iglesias locales que aquellos que solo asisten los domingos por la mañana.

Abramos nuestros corazones, nuestras mentes, nuestras relaciones, y nuestros ministerios, para aquellos que están afuera de nuestras iglesias, quienes nos necesitan más desesperadamente que lo que ellos pudieran saber. Cuando la cuarentena se acabe, no retornemos a nuestro encierro en nuestras iglesias locales. ¡Salgamos e introduzcámonos en una congregación más amplia y llevemos la misión a las comunidades alrededor de nosotros! Esa es la iglesia en sus mejores momentos.

JESSE MIDDENDORF

El Doctor Jesse Middendorf actualmente sirve como director ejecutivo para el Centro de liderazgo pastoral en el Seminario Teológico Nazareno. Él sirvió por veinte años como pastor en la Iglesia del Nazareno, 10 de esos años en la Primera Iglesia de Kansas City. Sirvió como Superintendente Distrital en el Noroeste de Oklahoma por cinco años y pasó doce como superintendente general, retirándose en el año 2013.

©2020 The Foundry Publishing, antiguamente Casa editorial Nazarena
Traducido por: Alina Elvia Rodríguez Ochoa