“El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; Mas el que lo ama, desde temprano lo corrige”. Proverbios 13:24 RVR-1960
Algunas madres angustiadas y tristes me han contado historias muy impactantes acerca de la conducta de sus hijos quienes han mostrado actitudes egoístas y agresivas, llegando al punto de casi a golpearlos o amenazarlos con hacerlo. Descontrolados asumen una actitud amenazante, insultante y desafiante de tal forma que los padres no saben qué hacer.
Esta situación que ha ido aumentando en muchos hogares cristianos, algunas personas, en su defensa, responsabilizan a su cónyuge, otras al diablo, y así no encuentran una salida sana y adecuada, ya que estos comportamientos ameritan un análisis cuidadoso y profundo que incluye analizar los elementos que son generadores de este tipo de conducta.
Una pregunta importante para hacer es: ¿por qué pasa esto? Y no hay una sola respuesta pues hay varias causas. Algunas son por conductas enfermizas de muchos hogares cristianos acerca del concepto de autoridad.
Presento algunas otras:
- Dar el control y la autoridad a los hijos:
Preguntarles a los hijos qué desean comer, qué ropa desean, qué juguetes quieren, y permitirles desde pequeños escoger todo lo que quieren, aunque parece un hecho tan común, normal o insignificante, promueve una postura de poder en los hijos, sienten que tienen el control y la autoridad para escoger como quieren las cosas. Se sienten únicos.
Esta actitud se afirma aún más cuando, por ejemplo, los padres le ofrecen algo a sus hijos y estos lo rechazan, entonces los padres tratan de ofrecerles otra cosa con tal de agradarlos, lo que aumenta esa actitud negativa y les da el poder para pedir sólo lo que ellos quieren.
Esta conducta afecta a los hijos en dos áreas, la primera es en el aprendizaje del autocontrol y la autodisciplina ante la frustración. Esto es que al no tener el control de una situación o les niegan algo, surge una gran frustración que manifiestan con enojo y reaccionan haciendo un berrinche en cualquier parte que se encuentren y avergüenza a sus padres. Luego transfiere ese enojo a los padres de forma directa, y los culpa de su frustración, esto con el tiempo va creciendo sin control y puede llegar a la agresión, porque nunca aprendieron a tener control de sí mismos.
- Padres que no ponen límites
Esta situación se agrava si le agregamos otros errores como por ejemplo no poner límites. Esto sucede porque algunos padres piensan que si lo hacen van a perder el amor de sus hijos, entonces les ruegan que cambien, o espiritualizan la enseñanza de la disciplina hablando del amor de Dios, de cómo ellos los aman y cómo se sacrifican por ellos, pero para el hijo o hija esto no significa nada, pues su enojo les ha cerrado las puertas a la sensibilidad por el dolor y sufrimiento de sus padres, creen tener la razón y culpan a sus padres de no obtener sus caprichos. Su pensamiento es: “yo estoy bien, mis padres están mal porque no me dan lo que quiero”. Esto finalmente cierra las puertas a cualquier tipo de cambio.
Si usted está pasando por una situación como esta, lea la continuación de este tema, que le ayudará a mejorar la crianza de sus hijos.
Que Dios le ayude en todo lo que emprenda hoy.
Dr. Miguel e Irene Garita
Ministerio Cuidado Familiar
Región Mesoamérica