El día de hoy se conmemora una fecha trascendental en la historia de la humanidad: el día de la Reforma Protestante. La tarde del 31 de octubre de 1517, un monje agustino llamado Martín Lutero, clavó en las puertas de la catedral de Wittemberg, en Alemania, 95 tesis (o afirmaciones) llamando a debatir sobre prácticas de la iglesia que consideraba incorrectas. Este hecho produjo un efecto que el mismo Lutero no imaginó, esperó ni deseó. Fue la chispa que produjo una serie de eventos que llevarían a la formación de un movimiento que terminaría separándose de la iglesia oficial. Un movimiento del que hoy formamos parte más de 800 millones de personas en todo el mundo.
Muy probablemente usted no verá información del día de la Reforma en la portada de los periódicos de hoy. Quizá no se escribirá un artículo en una revista de interés popular, ni estará en los titulares de su noticiero favorito. El recordatorio de esta fecha queda reservado mayormente para las aulas de los seminarios evangélicos y los servicios de algunas iglesias ¿Por qué será esto?
Quizá porque vivimos en una época que no valora la historia. ¿A quién le interesa algo que ocurrió hace más de 500 años en Europa? A casi nadie. Es más, casi nadie recuerda lo que ocurrió la semana pasada. Solo se vive el hoy, el momento. Por otro lado, el día de la Reforma no genera ganancias. Halloween sí.
La Reforma no fue un intento por comenzar un nuevo Evangelio, sino el de regresar al Evangelio de la iglesia del primer siglo. La Reforma fue el esfuerzo de hacer regresar la teología y la práctica de la iglesia medieval a sus bases novo testamentarias.
Las doctrinas de la Reforma fueron pocas, pero fundamentales, y se conocen como las Cinco “Solas”: Sola Escritura (la Biblia como fuente de Autoridad), Solo Cristo (la Salvación se encuentra solo en Jesús), Sola Gracia (la Salvación es un regalo de Dios), Sola Fe (la Salvación es únicamente por la Fe) y Solo a Dios la Gloria (la salvación que recibimos es para glorificar a Dios).
Como cristianos evangélicos y miembros de la Iglesia del Nazareno, somos hijos de la Reforma, por lo que debemos conocer muy bien estos principios que trascienden el tiempo y las culturas. Pero sobre todo… ¡vivirlos!
Escrito por: reverendo Rubén Fernández
Coordinador de Educación y Desarrollo Pastoral para la Iglesia del Nazareno, Región Mesoamérica