Por Dan Reiland
Es natural evitar un momento duro, una conversación incómoda o una decisión difícil, pero sin ellos, su liderazgo se vuelve ineficaz.
A nadie le gusta el estrés, el dolor y la presión de un liderazgo valiente – en ese momento, pero es en esos momentos cuando su liderazgo se define y se refina.
La mayoría de nosotros podemos recordar momentos en los que nos hemos angustiado durante docenas de horas o semanas o incluso meses de estrés, intentando retrasar o evitar asumir la responsabilidad de un momento de liderazgo que debía hacerse.
Puede haber sido ese momento en el que usted tuvo que dejar ir a alguien. O entró en una reunión llena de tensión. Tal vez tuvo que decirle a alguien que no recibiría la financiación que deseaba o tuvo que cerrar un ministerio que no estaba funcionando. Tal vez era el momento de declarar la nueva visión que usted tenía en su corazón, pero sabía que no todo el mundo estaría a favor. Todos conocemos esos momentos.
Cuando un líder se niega a asumir la responsabilidad de las conversaciones difíciles, pierde el liderazgo. Si usted lo hace con la suficiente frecuencia, con el tiempo dejará de ser el líder. La persona que dé un paso adelante se convertirá en el líder.
Esas noches en vela pueden sustituirse por un momento difícil. No es fácil, pero hay que hacerlo.
Evitamos el momento difícil por razones naturales y normales. Los miedos y las inseguridades están en la mezcla. Amamos a la gente. No queremos herir ni decepcionar a nadie. Pero en el panorama general, se hace mucho más daño al no estar a la altura de la necesidad de liderazgo del momento.
La mayoría de las iglesias están a una llamada difícil de un gran avance. Eso siempre implica al menos una conversación y una decisión difíciles.
También es cierto que tomar esa decisión difícil y tener una conversación difícil puede ser la puerta a un avance personal para el propio líder.
3 pautas que le ayudarán a prepararse para la conversación difícil:
1) Aprenda el poder de una frase.
Cuando estamos ansiosos por tomar una decisión difícil o tener una conversación conflictiva, tendemos a hablar más de la cuenta. Hablamos de todo el asunto y acabamos por no ser lo bastante directos para conseguir los resultados deseados.
En la gran mayoría de esos momentos difíciles, la mejor manera de transmitir el meollo de la situación es en una sola frase. Puede que usted necesite una larga conversación para procesar esa frase, pero se transmite en esas pocas, pero poderosas palabras. Cuando la conversación se desarrolla a la inversa, es decir, se habla durante mucho tiempo y quizá se llega al fondo de la cuestión al final, o se omite por completo, el momento y el resultado deseado se pierden.
Sepa exactamente lo que quiere decir en una frase. Escríbalo. Practique si es necesario. No se vaya por las ramas, no le ponga flores ni esquive la bala sin querer. La claridad es esencial. Dígalo sin más.
Nunca transmita el mensaje alimentado por la emoción. La preparación, no la emoción, es lo que fortalecerá su coraje y le ayudará a obtener resultados positivos y productivos.
2) Entender el secreto que se esconde detrás del momento.
En realidad, no es un secreto, pero no hablamos de ello muy a menudo. Cuando usted intenta reforzarse y superar los momentos difíciles por su cuenta, se excede y lo estropea todo.
El «secreto» está en la preparación y tiene que ver con la forma en que usted se compromete con Dios.
Cuando invita a Dios al proceso, adquiere una confianza tranquila que se traduce en fuerza espiritual en el momento.
A) Quietud ante Dios.
Como líderes, estamos en movimiento. A menudo tenemos poco tiempo, y por eso procesamos rápido. Si no estamos quietos ante Dios el tiempo suficiente para ganar Su mente y corazón sobre el asunto en cuestión, no va a ir bien.
Tomarse ese valioso tiempo para estar en silencio ante Dios y buscar Su voz es esencial para este proceso.
A veces me siento en mi cuarto de oración con una buena taza de té, en silencio ante Dios. Tengo tarjetas de 3×5 en las que escribo notas mientras oro. No es como una voz audible, pero la quietud ante Dios da como resultado una paz y una confianza que son fundamentales para la preparación.
B) La convicción es la base no negociable.
La quietud ante Dios es necesaria para tener la convicción de que se está haciendo lo correcto. Los sabios consejos de personas de confianza siempre son útiles, pero si usted es el líder y quien transmite el mensaje, necesita convicción personal.
Esto no garantiza que nunca cometerá un error; los grandes líderes siguen cometiendo errores. Los resultados perfectos no forman parte de la ecuación en ninguno de estos momentos.
La intención es saber que usted está haciendo lo correcto, de acuerdo con lo que cree que Dios le está diciendo.
Cuando usted tiene convicción, está preparado. Cuando posee resolución en su corazón y en su mente, está listo. Ahora puede pronunciar la frase y mantener la conversación sin angustia.
3) Mida sus resultados por la paz interior, no por la perfección exterior.
Como ya he dicho, los resultados nunca están garantizados. La otra persona o grupo puede elegir su respuesta. Pero cuando usted entra en el momento difícil con paz interior, el potencial de grandes resultados aumenta exponencialmente.
Cuando usted entra inseguro, es probable que no obtenga los resultados que desea.
Cuando tiene las cosas claras y está en paz con Dios, ha hecho todo lo posible y debe dejarle a Él los resultados.
Puede que la experiencia se adquiera lentamente porque usted no practica esto a diario. Pero las conversaciones sinceras son el complemento de las conversaciones difíciles, y pueden darse a menudo y te ayudarán a mejorar en las difíciles.
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Cuanto más tiempo llevo dirigiendo, más comprendo que el núcleo del liderazgo está en estos momentos. Estos son los momentos decisivos que dan forma a la trayectoria de su liderazgo y el ministerio de su iglesia.
Copyright © 2023 Dan Reiland
Traducido por: Elizabeth Guevara Cabrera
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