Encuentro se realizó del 30 de junio al 14 de julio de 2018, en Guatemala y Costa Rica, impactando la vida de cientos de personas, tanto de las comunidades que fueron ministradas, como la de los voluntarios. La doctora nicaragüense, Linda Alguera de 26 años de edad, nos comparte de su experiencia vivida en Guatemala.
“…junto con mi amiga hablamos con nuestro pastor y recibimos apoyo de la iglesia y aunque la situación del país amenazaba con la posibilidad de ir, nos mantuvimos positivas… Llegamos al seminario emocionados, éramos 4 los que viajamos juntos, así empezó la aventura a lo desconocido, porque solo sabía que iba a servir, pero no sabía cómo. Al día siguiente me encontré al hermano Milton y me dijo, ‘hey doctora no me dijiste que venías, ¿nos ayudarás en la brigada médica verdad?’ y yo le dije que sí con mucha emoción, pues había llevado mis herramientas para hacerlo. Ese mismo día nos reunimos todos los participantes para la bienvenida y explicaron lo que íbamos a hacer, y nos dijeron que hiciéramos lo posible por ganar una persona para El Señor y me dije ‘wow ¿cómo hago eso?’ y dije dentro de mí, ‘Señor vengo a servirte con lo que me has regalado’.
Al día siguiente nos reunimos con la brigada médica, teníamos dificultades con la medicina y con el equipo del dentista, pero nosotros serviríamos con lo que tenemos porque más que medicina humana queríamos llevar la medicina espiritual. Empezó la jornada medica la primera semana y atendimos aproximadamente cada día unas 60-80 personas, entre adultos y niños. Un día atendimos 110 personas y recuerdo la cara de todo el equipo con expresiones de satisfacción y de alegría por toda esa gente. No solo atendíamos a los pacientes, sino que también orábamos por ellos y les compartíamos el plan de salvación. Dios me dio la oportunidad de hablar a personas que no necesitaban medicina humana, solo querían que alguien los escuchara, y en cada palabra de agradecimiento que recibía era como si fuera de parte de Dios, muchos aceptaron a Dios en las jornadas médicas.
Pensé que solo estaría una semana, pero Dios me permitió servir las 2 semanas. El Señor tenía grandes cosas preparadas para mí.
La segunda semana viví la mayor experiencia que he tenido. Tenía problemas en casa y en un devocional, lloré y lloré, y todo el día tuve una lucha interna porque tenía que ir a una iglesia a servir. En la noche me di cuenta de que más que el problema era Dios hablando a mi vida a través de esa experiencia. Esa noche fui a mi cuarto y oré, le dije al Señor que me dijera lo que quería que yo hiciera. En la última oración que hicieron de despedida, yo le pedí a Dios que me confirmara su llamado misionero y en esa oración la persona que dirigía dijo ‘tu llamado es confirmado’. Este ha sido mi mayor experiencia y la bendición más grande fue servir a Dios con los dones que él me ha dado.”